Este proyecto comenzó como un trabajo de clase, pero se convirtió en algo más, en una forma de expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.
También gracias a Irene García Orenga, la personita con la que compartí esas cartas y que me mostró su mundo interior y su forma tan xula de ver la vida. Me alegro mucho haber tenido esta experiencia con una chica con tanto talento.
El proyecto trata de una correspondencia entre dos autores, los cuales se intercambian cartas visuales.
Primera parte: El no parar
En la primera hablo sobre la autoexigencia y la continua sensación de que no puedes estar quieto, siempre debemos hacer algo para sentirnos productivos. Describo cómo es esa sensación y también el alivio que sientes al poder darte cuenta de ello y hacer algo para cambiarlo.
También es una carta de agradecimiento a una persona muy especial para mi en ese momento, que me ha enseñado tanto y con la que compartí cosas muy bonitas.
Segunda parte: Aprendí a llorar
En esta segunda parte, y última carta de la correspondencia, muestro una parte muy personal de mí, no saber llorar. Más que no saber, es un no poder, por cuestiones muy profundas en mi interior. Y que tras muchos años, he logrado ir superando y aprendiendo de ellas.
También sirve como despedida de una etapa, de un lugar y de unas conexiones. No desde un punto de vista triste, al contrario, desde una perspectiva optimista, con deseo de ver qué depara el futuro.
Si quieres ver la correspondencia completa